El patrón Padrón

En una clara contestación a la entrada Partagas Serie D No 4 en donde nuevamente le entregué mi amor al puro Habano, en esta ocasión me convierto en abogado del diablo, me cambio de bando y abro mi corazón a todos aquellos hermosos cigarros puros que no provienen de Cubita la bella, avisando que la historia también estará buena y llena de grandes anécdotas sensoriales.

 

No me acordaba de incluir aquellos puros sin marca comprados en tiempos de la prepa en los portales del puerto de Veracruz, o los Ornelas de las mismas épocas, pero afortunadamente terminaron llegando a la memoria, porque al final de cuentas todo tiene un origen. Pasaron después épocas de finales de carrera y esa efímera afición taurina, cuando las principales referencias fueron las nacionales y muy acordes por su precio Santa Clara y Te Amo, y  disfrutar del  hobby de leer Cigar Aficionado.

 

Todo cambió en enero de 1998 en un viaje a vender mis puros Lagarto a CDMX, que fue mi primer proyecto al terminar la carrera, una marca que nos maquilaba Garcia Cazares y la verdad es que la relación precio-calidad no correspondían muy bien por lo que fue un proyecto que duró muy poco y que muy poca gente debe de recordar. Pues resulta que en el mencionado viaje, al intentar ser vendedor y sin entrar en detalles terminé siendo comprador,  me traje conmigo la distribución para GDL de marcas como Leon Jimenes, La Aurora, Don Lino, Plasencia, La Joya de Nicaragua, La Fontana y… Padrón. Marcas que junto con muchas otras fueron desarrolladas con el capital y para el mercado de los Estados Unidos en donde se supone que los Habanos al igual que todos los productos cubanos tienen prohibida la entrada. Famosa es la anécdota en que J.F. Kennedy  esperó a que le mandaran una dotación de por vida de puros H. Upmann Petite cubanos antes de firmar el embargo. Para su mala suerte al final le sobraron bastantes.

 

 

Pero ahora sí, vamos a esos momentos,  lugares, a esas piezas que hacen que uno se enamore de las cosas. Cómo olvidar aquel Don Lino Colorado (cuyo nombre un famoso arquitecto tapatío fumador de puros dijo que le recordaba a un albañil de antaño) fumado  en Puerto Vallarta cuando todavía se podía fumar en los hoteles incluso puros. Los encuentros, todos ellos muy especiales en P.V., CDMX o Club 21 en N.Y., con la marca Padrón en especial con sus medidas  2000, 3000 y aniversario 1964. Y qué decir de aquellos Vega fina en Madrid y Burgos, hechos en Honduras especialmente para la ya mencionada en otra entrada Altadis, y hablando de aquel país, esos Santa Rosa disfrutados en Copan, también  las fumadas de La Flor Dominicana en nuestra primera oficina de la que al igual que los españoles Ducados no sólo fuimos distribuidores sino también importadores. Están también las carteras de Macanudo compradas en Il Regalo Preferito en Laredo, TX. Las cajas de Farias o las carteras de tabaco anticho Toscano traídas de España e Italia, respectivamente, al famoso mentor que siempre ha salido en el tema de los puros. Les diría “ya saben quién” pero de ninguna manera quiero que esto se preste a confusiones.

 

Voy a dejar las últimas líneas de esta entrada primero que nada al noble can El Jefe Reynaldo, nuestra marca propia hecha cien por ciento con tabaco de Sihuapan en San Andrés Tuxtla,  que tiene sus seguidores muy definidos y por quienes es muy querida y ya para terminar de cerrar a la dos veces mencionada en este escrito, Padrón, gran marca nicaragüense que para mi gusto particular es el máximo exponente que se puede encontrar de tabaco puro fuera de Cuba. Descanse en paz su creador Jose Padrón que nos dejó el año pasado pero que siempre será el patrón Padrón.

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