Douro, Duero

A pesar de que ya tenemos algunos buenos meses en los que hemos estado con estas entradas, ha sido prácticamente inexistente el tema de Portugal cuando resulta que los productos de ese país representan un porcentaje muy importante de nuestras ventas vinícolas, obviamente esto no se trata de una coincidencia, ha sido precisamente para darle algo de mayor variedad, interés  y frescura al blog.

 

Pero como la próxima semana partimos de nuevo a aquel país  pues me pareció adecuado darle su primera mención en este espacio y me voy a ir por orden cronológico. Hace 5 años que empezamos nuestros  viajes y aventura que cada día es mayor con Portugal y, a pesar de que con el paso del tiempo ya hemos estado en varias zonas vitivinícolas de ahí, resulta que en aquella primera ocasión empezamos con la del Douro y Vinho Verde (al que obviamente le dedicaremos líneas en otra ocasión). La primera es, para mi gusto personal, una de las grandes y mejores regiones no sólo de Portugal, sino de Europa y el mundo. Yo la pongo en el mismo nivel que grandes clásicas como la Toscana, Piamonte o Burdeos porque es capaz de darnos productos con una relaciones de intensidad, complejidad y elegancia inmejorables.

 

A los que puedan pensar que se trata de una coincidencia que dos ríos tan importantes en las enologías española y portuguesa como Douro y Duero tengan nombres tan parecidos, pues resulta que no, que no son ni dos ríos ni coincidencia, es el mismo y cambia el nombre dependiendo del país.  Obviamente que tenemos muchas letras futuras programadas para la ribera del Duero, solamente que hoy estamos hablando de su vecino. 

 

Valle del Douro. Foto: National Geographic.

 

También, como lo dije en la entrada “Las doce selecciones”, aquel enero del 2010 cuando mandamos Barco Negro, precisamente de esa región y que por su relación precio calidad tuvo una de las mejores aceptaciones en la historia del club, fue una especie de premonición de la importancia que iba tener ese país con nosotros.

 

Esos cañones que están al borde del río y que albergan las terrazas donde se cultiva la vid no solo son el origen de los maravillosos vinos de la denominación, sino también de los míticos oportos, auténtico regalo que recibimos los amantes del vino y los fortificados y que reciben su nombre de esa maravillosa ciudad en donde desemboca el río y que no es solo una meca para los eno apasionados sino también para los que lo somos de la cocina (comer, no cocinar), la arquitectura y el fut.

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