No puedo seguir adelante con el cierre de esta pequeña serie de blogs dedicados a las Rías Baixas y a la albariño, su gran uva emblemática, sin quitarme el sombrero y extender el más profundo agradecimiento a la familia Rosales Daporta ya que si no me hubieran abierto las puertas de su hogar, su corazón e incluso de su furgoneta (la querida furgaya) sería imposible hablar de esta aventura ya que simplemente no hubiera sucedido.
Bueno, pues es hora de por fin hablar de ese entorno tan fenomenal que forman las Rías Baixas, su gente, naturaleza, poblados y, por supuesto, su gastronomía.
No les extrañará que vuelva a mencionar los golpes de suerte que tan recurrentes han sido en estas entradas. Tendré que recurrir a ellos nuevamente, pues resulta que dentro del periodo de vivir en esa zona tocó la famosa temporada de los pimientos de Padrón, que no sé hoy pero en aquellas épocas eran imposibles de conseguir fuera de temporada. El origen está en su nombre y fue precisamente en Padrón, bastante cercano a Santiago de Compostela, en donde cuenta la leyenda que aparecieron los restos del apóstol, pero esa ya es otra historia. A lo que yo quería llegar es que esos pimientos se pueden volver realmente un vicio y es imposible dejar de comerlos; me ha costado hasta llamadas de atención, y para mí es imposible hablar de Galicia sin mencionarlos, por si alguien tiene curiosidad, en México en ocasiones llegan a Superama.
A partir de aquí bajaremos en un tobogán hasta terminar el blog para hablar de cómo se puede ir a las bateas en la rías en donde en la parte de abajo se cultivan las ostras para una vez recién extraídas acompañarlas con albariño; pasar de tapas de pulpo a feira, navajas o nécoras en O Grove antes de cruzar a jugar al casino de la Isla de A Toxa; perderse en esa infinidad de mágicas poblaciones pescadoras como Porto Novo, Combarro o San Xenxo o la Lanzada, Bascuas o Areas solo por mencionar algunas playas, cascos históricos como Ferfiñanes en Cambados o el de Pontevedra, la importancia cultural y comercial de la ciudad de Vigo y su puerto, aquellos majestuosos paradores en Baiona o en Tui en la frontera con Portugal, los castros de Santa Tecla, invaluables vestigios de la cultura celta, y hablando de eso y para aquellos que nos encanta el fut, cómo olvidar aquellas tardes en el estadio de Balaídos en donde aquel legendario equipo de la ciudad de finales de los noventas conformado por Dutruel, Maziño, Michel Salgado, Karpin, etc. llegó a mandar al siempre poderoso Real Madrid de regreso a su casa con cinco goles en las alforjas.
Es imposible hablar de gastronomía y poblaciones sin tocar los bares y restaurantes que son en la gran mayoría de las ocasiones los que terminan atando todo. Aquellos bares de vino de carretera que harían enmudecer de envidia a algunos de los más sofisticados wine bars en Europa y América en los que no solo se vendía albariño sino también vino de las otras cuatro denominaciones de origen gallego: Ribeiro, Monterrei, Valdeorras y Ribeira Sacra, todas ellas en la provincia de Ourense, con otras uvas estrella como la Godello o la Mencía a los que espero poder dedicar blogs más adelante. Restaurantes clásicos como el Chocolate en Villagarcía y su centollo, que aunque últimos reportes me dicen que ya cerró, una parte de mí espera que no sea cierto, aquel restaurante de Chicha en la zona portuaria de Cambados, región en donde también es clásico el empacado de conservas en donde no podía dejar de mencionar en especial sus zamburiñas en salsa de vieria (molusco que es famoso porque su concha es la gran insignia de los peregrinos que van haciendo el camino de Santiago).
Bueno, pues nos leemos en dos semanas ya que a partir de la próxima empezaremos a abrir la puerta a invitados muy especiales que darán vivacidad e interés a este blog. Como siempre, gracias por su atención.