Empezamos por apuesta y seguimos por honor

 

Cuando escuché de mi sobrino Brunelo la frase que da el título a esta entrada respecto a una cascarita de fut con sus cuates, no pude pensar en otra cosa más que en apropiármela para usarla en este escrito, ya que no se me ocurre alguna otra mejor para describir mi travesía por estos casi dieciocho años de importar y vender vino en México.

 

Sí, efectivamente, ha sido más de uno el escrito en que detallo mis inicios en este negocio por lo que no voy a empezar con lo mismo, negocio que como también lo he dicho, podrá tener de todo menos ser aburrido, que en muchas ocasiones también se pudiera considerar con algunas dosis, ya sea mayores o menores de glamour, tanto así que personas de otros medios, ya sea afines o no,  quieren entrar porque están seguras de que lo pudieran hacer mejor en muchos aspectos que los que ya nos dedicamos a esto, y que a la vez también es desdeñado por otros tantos que no creen que un negocio tan entretenido pero a la vez tan competido pueda ser lucrativo.

 

Estoy seguro de que la gran mayoría de las  personas no podría vivir sabiendo que le da tanto dinero al SAT. Un porcentaje muy alto de los impuestos se paga desde antes de disponer del vino y recuerden que todos los domingos las iglesias están repletas de buenos samaritanos que mientras están en misa golpeándose el pecho y dando limosna y la paz, están pensando cuántas facturas tienen que comprar para pagar menos  impuestos o si mejor dejan de venderle a ese cliente que les pide factura. Seguramente para todos ellos, los que nos dedicamos a esto somos una especie de subnormales con retraso mental.

 

 

En verdad se necesitan unos nervios y estómago de acero, así como una dosis de locura para saber que una vez que llega el producto no hay una fecha exacta para saber cuándo se recibirán los marbetes para poder venderlo y empezar a recuperar lo invertido, para a su vez seguir mandando dinero a las bodegas para permitirnos seguir en esto. Hablando con algunos de los viejos de la comarca que nos dedicamos a estos menesteres, siempre hemos estado de acuerdo que un exvendedor de vino es una especie completamente difícil de encontrar ya que entre la locura necesaria y esa adrenalina que le da al cuerpo todo lo anterior, hace que uno desarrolle ese mencionado honor con el que empecé así como una adicción que lo hace seguir en esto.

 

Cambiando completamente de tema y hablando de esto último… Efectivamente, esa alma de gitano que se necesita para aguantar todo lo anterior también tiene ese lado, ese que es como jugar al fuera de lugar, al filo de la navaja, ese que hace que ante el menor descuido, una cata, maridaje o una presentación de pocas etiquetas acabe ocho horas después en un bar, cantina, discoteca, etc., dependiendo de qué pie cojee cada uno. Por lo que aquí no me queda más que apostar por aferrarme al máximo a aquella legendaria frase que había pensado hasta para un escrito entero, extraída de Scarface, película que nunca podré saber cuántas veces he visto ya sea completa o en partes, y en la que Elvira interrumpe la conversación de Frank Lopez y Tony Montana diciendo de manera lapidaria: “Rule number two: Never get high with your own supply”.

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