Echándome un clavado en entradas anteriores en busca de ideas para algo nuevo, me doy cuenta de que en la de “¿Caja Coche o Coche Caja?” al hablar de la grandeza que de muchas formas tiene California, quedé a deber para alguna entrada próxima (que es esta) algo relacionado con el tema de la cerveza artesanal de ese estado.
No olvidemos que en términos de cerveza comercial tenemos a Estados Unidos como el gran o al menos a uno de los más grandes productores de volumen de litros de cerveza anuales, principalmente en la zona de Las Rocallosas en Boulder, suburbio de la ciudad de Denver en Colorado y cuyas principales marcas son muy reconocidas en todo el mundo. Sin embargo, a lo largo y ancho de todo el país podemos encontrar micro-productores de cerveza artesanal con lo más variado en estilos, calidades, etcétera.
Para mí hay una zona que considero una de las principales capitales de este tipo de cervezas no solo de EE.UU., sino, tal vez, a nivel mundial: la parte sur de California en su frontera con México. En algunos de los condados adyacentes a la ciudad de San Diego podemos encontrar algunas de las cervecerías más osadas, irreverentes y experimentales que existen, lo que lleva a la creación de productos impresionantes que pueden cautivar al más especializado de los geeks. Fue precisamente en un recorrido por esa zona en el 2013 en un viaje, hoy por hoy totalmente salpicado por la tristeza y la nostalgia personal, que llegamos a Iron Fist Brewing Co., pequeña microcervecería pero con mucho carácter, de la que nos pusimos como meta ser importadores hasta que lo logramos a principios del 2014. Esta pequeña cervecería tiene en su catálogo una mezcla de estilos muy variados: desde clásicos belgas o franceses, algunos otros de temporada, IPAs potentemente recargadas y algunos que suenan más por nuestros rumbos tales como Kolsch o alguna Oatmeal Stout. Fueron precisamente estos dos últimos nombrados de forma simpática por la bodega Renegade Blonde y Velvet Glove, respectivamente, los que llegaron por fin a nuestras bodegas listos y ansiosos para ser distribuidos entre nuestra clientela.
Como siempre sucede en la vida, hay dos noticias: ¿cuál quieren primero? Yo digo siempre primero la mala, así que ahí les va. Sin importar la gran calidad del producto, el mercado no estaba para nada listo en pagar $ 180.00 y $ 230.00, aunque la presentación fuese en botellas estilo Borgoña de 750 ml.
La buena es que al final de cuentas, lentamente, pero se terminó vendiendo toda, así que no nos quedamos con una bomba en las manos y nos sirvió como gran aprendizaje en muchos aspectos de nuestro negocio que, como habrán podido darse cuenta en este tiempo que llevamos escribiendo, podrá tener de todo menos ser aburrido.