¿Por qué no soy Maxi Riedel?

 

Por Sofía Orozco Vaca

 

Pocas historias pueden causar tanta fascinación como las de los grandes esfuerzos que luego son recompensados; aunque, la mayoría de las veces, el esfuerzo lo hacen otros y es alguien más quien goza la recompensa.

Para que hoy, nuestro personaje, usuario del nombre que da título a esta entrada pueda posar sobre un mullido sillón rosa, enfundado en un traje de terciopelo color tinto y un suave foulard a  juego, con los pies metidos en un par de finísimos zapatos hechos a mano, tuvieron que pasar siglos de altas y bajas, invención, trabajo duro, guerras, intrigas y pasiones, así como miles de vidas implicadas.

Mientras él tiene acceso a los lugares más exclusivos y bebe los vinos que nadie puede, mientras viaja por el mundo sin restricción de presupuesto y cena cosas que el 98% de la población mundial jamás conocerá; mientras brinda con champaña y posa sonriente a la cámara, y se da el lujo de saber que sus diseños se exhiben en museos como perfectas obras de arte, todavía se atreve a compartir en su Instagram una foto de su escritorio de trabajo: fuera de la imagen de una calculadora ordinaria, todo lo demás es extraordinario. Una copa perfecta y una botella de Dom Pérignon Vintage 1973, como quien acaba de ir al Oxxo por un refresco.

 

Vía Instagram @maxiriedel

 

Digo, no cualquiera es el heredero de una empresa con 261 años de antigüedad y presencia mundial, que factura más de 6 mil millones de pesos anualmente gracias a que han sabido llevar el arte de la cristalería a un nivel de sofisticación que a los simples mortales nos cuesta entender: ¿copas wine friendly? ¿En serio?

¿Qué va a saber Maxi Riedel de la vida si nunca ha bebido de una copa de polipropileno acabado cristal, desechable, de esas que se arman en dos partes? ¿Qué va a saber, si nunca ha estado en un brindis casual, con vasos rojos de plástico?

La modelo italiana Silvia Sera, una hermosa chica que también hace de las suyas en Instagram, tiene una foto en la que se ve radiante y que le ha ganado miles de likes y seguidores; como pie de foto ha escrito bajo ella: “hoy me siento como un buen vino espumoso, burbujeante ¿y tú?”. Y justo así me imagino a Maxi, explosivo y centelleante, siempre de fiesta, siempre feliz, siempre celebrando la buena vida.

Estamos en la recta final de este año y pronto recibiremos al 2018 con la esperanza de que sea mejor que lo que dejamos. La tradición dicta que cuando den las doce, uno debe comer doce uvas y, tanto mejor, descorchar el Champaña para brindar y descubrir al afortunado que le caerá más cerca el corcho de la suerte (la fortuna es que no te caiga encima, realmente).

No todos tendremos para Champaña, pero la vida nos ofrece otras opciones sumamente burbujeantes y satisfactorias más accesibles al bolsillo, como Cava, Prosseco y un montón de vinos espumosos de distintas latitudes con qué darle significado a nuestras fiestas.

Beber es un acto festivo, y aunque no somos Maxi Riedel, tampoco es para terminar abriendo el boletín de ofertas de Farmacias Guadalajara para ver en cuánto anda la Maxibotella de Sidra Santa Claus, porque además, nos encontraremos con la triste noticia de que la casa Riedel aún no desarrolla la copa adecuada para bebernos la Sidra.

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